“Hoy en Nogomet les vamos a hablar de un genio…” No. No quiero empezar así el artículo. Porque si se trata de ser objetivo, objetivamente no era un genio. En realidad era una persona de carne y hueso, y de sonrisa permanente. Y además, si él me estuviese leyendo, no sé si le gustaría el título de genio. A ver… segundo intento: “hoy vamos a conocer a una leyenda del baloncesto…” Tampoco me convence. Porque si no fue ni jugador ni entrenador, ¿cómo diablos pudo ser una leyenda?… La verdad, no sé como introducir esto. Digamos que hoy no estoy muy inspirado.
Pero antes de que resoplen por el paupérrimo comienzo de este artículo, quiero contarles algo. Este pasado martes, día 16, se inauguró una nueva temporada de la NBA. Ganaron Boston y Golden State, pero hoy, en el fondo, eso nos da igual. Nos da igual Boston, nos da igual Golden State. Y nos dan igual las 28 franquicias restantes. Las franquicias son una simple (o más bien compleja) mercancía: se compran, se venden, y a veces se mudan. También los jugadores son (o mejor dicho, son tratados como) una simple mercancía: se traspasan en función de los intereses del equipo, sin importar su opinión. Da igual que estén a gusto en la cálida ciudad de Houston, en cualquier momento les pueden enviar al frío de Minnesota. Si no que se lo digan a DeMar DeRozan, que juró lealtad a Toronto Raptors y unos días después fue traspasado con destino a San Antonio Spurs. O a Isaiah Thomas, el héroe inesperado de los Celtics en los años 2016 y 2017, que cuando avisaron de su traspaso a Cleveland con una fría llamada telefónica. Ejemplos hay muchos. Pero es que incluso la propia liga es un producto: poco a poco se han ido añadiendo jugadores extranjeros (lo que les permite abrir mercados), ahora algunos equipos disputan la pretemporada en China, algunos equipos juegan partidos de regular season en Méjico o en Londres… Incluso al señor LaVar Ball le ha dado por organizar un torneo de los suyos en Lituania. Pero eso ya es otra historia.
Vale, sabiendo que la NBA es un negocio, entiendo que las franquicias tiendan a mirar más por sus propios intereses antes que por los de sus jugadores. Pero qué incongruente es la vida, porque cuando un jugador antepone sus intereses a los de su equipo, se le tacha de traidor. Ray Allen, LeBron James, Kevin Durant… Son los últimos casos más sonados, pero no son para nada una excepción.

Autor: negra tinta.com
Estos “traidores” (lo pongo entre comillas porque en realidad no lo son) se convierten entonces en dianas fáciles para los haters.
Los haters tardan poco en encontrar un blanco sencillo de criticar. Que si Cousins ha elegido el camino fácil, que si Carmelo bajará el nivel de los Rockets, que si a Westbrook solo le importa su hoja de estadísticas, que si Ben Simmons no sabe tirar de tres… Qué sé yo. A todo le van a encontrar un resquicio por donde clavar su dardo. Que hagan lo que quieran. Ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Yo os voy a dar mi opinión: odio profundamente a Golden State. Pero no por ello me voy a privar de disfrutarlos.
Por lo tanto ustedes tienen dos opciones: deleitarse o amargarse. Yo me quedo con la primera. Porque durante este tiempo he aprendido una cosa: “la vida puede ser maravillosa”.
Aprendí del Mejor.
Carta al Mejor:
Este mismo martes, mientras la NBA levantaba (por fin) el telón, no nos olvidamos de que se cumplían 9 años de tu fallecimiento. Incluso mi padre, que dejó de interesarse por el baloncesto a principios de siglo, me vino corriendo a decir: “Nen (es lo que tiene tener raíces catalanas), que hoy hace 9 años que se murió Andrés Montes”. Le contesté “sí, lo sé”. ¿Cómo iba a olvidarlo?
Apenas tenías 53, pero entiendo que te reclamaran allá arriba. También ellos te necesitaban para que les hicieras la vida un poco más maravillosa
¿Sabes? Me encantaría poder resumir tu vida como he hecho en otras ocasiones con Dirk Nowitzki, con Tim Duncan o con otros jugadores. Pero esta vez no me siento capaz. Porque, sinceramente, no sé si fuiste el hijo más formal del mundo, ni sé si fuiste el mejor de tu promoción. Tampoco sé si eras bueno lanzando triples, si tenías una gran visión de juego o si llegabas a machacar el aro (esto probablemente no).
Pero hay una cosa que sí sé: nadie narraba los partidos como tú.
Tú nos alegrabas las madrugadas de baloncesto… y las noches de fútbol. Tuyo también es el «tiki-taka», el «pillao con el carrito del helao», el «fútbol con fatatas», el «bienvenidos al nuevo curso futbolístico/baloncestístico» o el «cucurrucucu, Paloma». Y el inolvidable «en el siglo XX Bob Dylan decía «la respuesta está en el viento»; en el siglo XXI la respuesta está en La Sexta».
Tus frases son como la palabra de Dios: siempre tienen que ir entre comillas.
Pero cuando estaba viendo el Gran Canaria – Barcelona de la Euroliga, me acordé de cierto locutor que trabaja para Movistar + que tiene una forma de comentar los partidos que intenta imitar la tuya. Usa tus frases como “vaya mandarina se ha tirado” o como el “ratatatatá”, además de añadir otras suyas como “las gallinas que entran por las que salen”. Cuando me canso de escuchar sus tonterías simplemente le quito el sonido y veo el partido tranquilamente, acordándome de tus expresiones. DE LAS DE VERDAD. Y en mi opinión, tus comentarios y los suyos se parecen como Manute Bol a Muggsy Bogues. Es decir, como un huevo a una castaña.
Ahora, si de repente echo en falta tu voz de fondo, me tengo que conformar con tirar de archivo (suerte de Internet). Pero no es lo mismo. Se me hace extraño escucharte, siempre en bucle cuando veo uno de mis partidos preferidos, el primer partido de las finales del 2001. ¿Cuántas veces habré visto ese partido? Ese que enfrentaba a los Sixers con los Lakers, a Allen Iverson, alias “licencia para tirar” y a Shaquille O’Neal. ¿A Shaq cómo le llamabas? Ah sí, “hago lo que quiero cuando quiero y cómo me da la gana”. Fenómeno.
La verdad, nadie ponía los motes mejor que tú, y a veces pienso en qué apodos les hubieses puesto a los cracks de hoy en día. Bueno, o mejor dicho a los jugones, que es como les llamabas tú. Inventaste tantas expresiones que la RAE tendría que hacer un diccionario del estilo “Español – Andrés Montes; Andrés Montes – Español”.
De momento algunos ya lo han comenzado a redactar. Puede que te haga ilusión leerlo, Andrés, aunque te lo sepas de memoria. Aquí tienes varios enlaces:
http://archivo.marca.com/305/andresmontes/diccionario/a.html
http://www.apiedecancha.es/homenaje-a-andres-montes-el-diccionario-del-jugon/
https://es.wikiquote.org/wiki/Andrés_Montes
Yo me conformaré con escribir solo una frase. TU FRASE.
“La vida puede ser maravillosa”.
Gracias por tanto, GENIO.
Un fan cualquiera.