A lo largo de la historia, han surgido deportistas cuya superioridad ha llegado a eclipsar la carrera de sus adversarios. Uno de esos ejemplos fue Miguel Induráin, el único ciclista que ha conseguido ganar 5 tours de forma consecutiva (1991-1995). Uno de los grandes damnificados de su dominio fue Gianni Bugno, un excelente ciclista al que a veces se le recuerda más por el sambenito de su mentalidad frágil que por sus triunfos, un hecho a todas luces injusto con el que fuera uno de los mejores corredores de su generación.

A finales de los 80, Gianni Bugno se convirtió en uno de los jóvenes más prometedores del pelotón. Capaz de defenderse en cualquier terreno, había convencido a muchos aficionados en el Tour del 89, donde logró un meritorio undécimo puesto. Sin embargo, fue el Giro de Italia de 1990 la carrera donde se consagró. Tras vencer en el prólogo, Bugno consiguió ganar aquel Giro vistiendo la “maglia rosa” en todas las etapas, una hazaña que anteriormente sólo habían conseguido tres ciclistas, entre ellos Eddy Merckx.

Un mes después, en el Tour de Francia, Bugno logró dos nuevas victorias de etapa, una de ellas en la mítica cima de Alpe D´Huez, finalizando el Tour en séptima posición. A la conclusión de la temporada, Bugno había sido el campeón de la copa del mundo, primero del ranking UCI, ganador de la Milán San Remo y tercero en el campeonato del mundo en ruta, convirtiéndose en el ciclista de moda.

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Autor: jotdown

En 1991, los aficionados italianos se dividían ya entre los partidarios de Chiappucci y Bugno, dos formas diferentes de entender el ciclismo en un país acostumbrado a este tipo de rivalidades. Mientras que Bugno destacaba por su versatilidad y su inteligencia, Chiappucci lo hacía por su temperamento y su valentía. Y se esperaba con gran expectación que se midieran en el Tour del 91, una edición que se presentaba más abierta que nunca y que siempre será recordada por aquel vertiginoso descenso del Tourmalet, donde Induráin y Chiappucci dieron un vuelco en la general atacando desde muy lejos. Bugno decidió no arriesgar en aquella bajada, una maniobra que a la postre le costaría el Tour. Cuando reaccionó ya era tarde, y llegó a meta a un minuto y medio de Chiappucci e Induráin, quien se vistió de amarillo.

En las siguientes etapas, Bugno intentó derrotar a Induráin pero su esfuerzo fue en vano. Por segunda ocasión consecutiva, Bugno obtuvo la victoria en Alpe D´Huez, pero no pudo hacer nada frente a un Induráin que mostraba ya una superioridad incontestable frente a sus rivales. De nuevo Bugno cerró la temporada de forma magistral conquistando por primera vez el campeonato del mundo en ruta y liderando la clasificación de la UCI.

 En 1992, Bugno llegaba al Tour de Francia como uno de los principales favoritos. Sin embargo la célebre crono de Luxemburgo supondría un revés muy duro para sus aspiraciones.  Aquel 13 de Julio, un Induráin imperial ganó la crono con un tiempo estratosférico y pese que Bugno fue tercero, terminó a casi 4 minutos del ciclista navarro. Tras su victoria, Induráin no dio opción a sus rivales y Bugno sólo pudo finalizar tercero en la general en un Tour que él definió de una forma perfecta: “en el Tour somos 180 humanos y un extraterrestre”. Había nacido la leyenda de Induráin.

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Al final de la temporada, Bugno volvió a conquistar el campeonato del mundo con gran autoridad ante dos temibles rivales,  Jalabert y Konishev, una prueba más de su habilidad en ese tipo de pruebas. Pero a partir de 1993, daba la sensación de que Bugno ya no era el mismo. Tanto en el Giro como en el Tour terminó muy lejos de Induráin y fracasó en el intento de reeditar el título del mundo. Al inicio de 1994, Bugno parecía resurgir de sus cenizas conquistando otro monumento, el Tour de Flandes, y demostrando en el Giro que había llegado en un buen momento de forma. El desplome de Induráin en la crono de Follonica, donde fue batido con claridad por Berzin, parecía otorgarle a Bugno la posibilidad de volver a conquistar el Giro. Pero aquello fue un espejismo. Un joven italiano casi desconocido llamado Marco Pantani, destrozó el Giro en la etapa del Mortirolo, donde Bugno perdió todas sus opciones en la general.

A partir de aquel momento, los destinos de Bugno e Induráin discurrieron por caminos muy diferentes. Miguel despejó las dudas que generó su derrota en el Giro frente a Berzin y Pantani, y conquistó los dos Tours siguientes de forma magistral, mientras que Bugno dejó de contar para la general en las grandes carreras, no sin dejar algún destello del gran ciclista que siempre había sido. En 1995  conquistó el campeonato de Italia, y en 1996 ganó una etapa en el Giro y otra etapa en la vuelta España.

En 1998, con motivo de la inauguración de la vuelta a España en el Alcázar de los reyes cristianos de Córdoba, tuve ocasión de hacerme una fotografía con Gianni Bugno, que formaba parte del equipo Mapei. En todo momento me pareció amable y atento con los aficionados que nos acercamos a saludarle, y observé que pese a haber sido rival de Induráin, el público le tenía un gran aprecio. Recuerdo que le di las gracias y le desee que ganara una etapa, y él nos respondió levantando el pulgar a modo de agradecimiento. Y el destino hizo justicia. Bugno ganó la etapa con final en Canfranc culminando con maestría una escapada en solitario.

Pero por encima de aquella victoria, hubo un detalle que nos hizo comprender la verdadera magnitud de un campeón como Gianni Bugno. Tras subir al podium y ser entrevistado, reveló que quería ganar una etapa para dedicársela a su gran amigo y rival Miguel Induráin, cuyo padre había fallecido hace unos días. Aquella fue la última temporada en activo de Bugno, que se retiró a finales de 1998. Siempre humilde y caballeroso, dijo adiós con la misma elegancia con la que pedaleaba sobre la bici, dejando tras de si un palmarés a la altura de muy pocos.

Creado por Rafael Roldán

 

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