Mientras todos los focos señalan a un Real Madrid abatido y derrotado por un Barça sólido, eficaz y más líder que nunca. La vida en los alrededores del Metropolitano transcurre con la naturalidad de los últimos cinco años.
Segundos a siete puntos del líder, pero aún quedando pendiente la visita al Camp Nou, hace ilusionar todavía al equipo de Simeone por pelear esta liga. Y por supuesto, con una final de Champions de ensueño por delante en su propio estadio, ese, que cada vez recuerda más al añorado por algunos Vicente Calderón.
Que se lo pregunten a la escuadra de Turín, una Juventus que sufrió el calor del Metropolitano, y el buen momento que atraviesa el equipo colchonero tras salir de Madrid con un 2-0 en la ida de la eliminatoria de octavos de final, hacen que este Atleti esté más vivo que nunca.
Pero todo no ha sido un camino de rosas para la entidad rojiblanca que un año más, en Marzo, no da tregua.
En una temporada plagada de lesiones, donde se puso en evidencia el estado físico de la plantilla, y al mismo profe Ortega. Con una cifra de 33 lesionados cuando apenas discurrieron 21 jornadas de competición, una cifra que ha dado verdaderos quebraderos de cabeza al técnico argentino, teniendo que tirar de numerosos jugadores del filial para llenar convocatorias e incluso alineaciones, además de llegar a jugar con jugadores lesionados sobre el verde, (todos recordamos el gol de Godín totalmente cojo frente al Bilbao).
Ya pasado el trauma de la enfermería, y el escozor por la eliminación de copa, y algunos pinchazos como la visita al Villamarín, pero sobre todo la derrota en casa ante un Real Madrid que parecía resurgir en una liga de grandes altibajos.

Es aquí donde aparece la figura del director de orquesta, quién sino que Diego Pablo Simeone.
Un hombre juzgado, por no jugar bien, por anti-fútbol, por no saber sacar la calidad de sus jugadores y mostrar sobre el plantel un juego que para algunos desaprovecha las virtudes de sus futbolistas. Dicho esto sobre todo y discutido, por gran parte de los aficionados de la parroquia rojiblanca.
Diego Pablo es un hombre de trabajo, eso que para él nunca se negocia, un genio en el arte de competir y sacar el máximo rendimiento a sus jugadores. Un tipo que no le pone techo a ninguno de ellos, les hace crecer y ver aquello de que «luchan como hermanos defendiendo sus colores´´.
Un lema grabado en el vestuario colchonero, o sino, pregúntenle a un tal Álvaro Morata, que todavía hay alguno que duda de su aportación a los indios, y sobre todo por el que algunos se tiran de los pelos en Concha Espina.
Tras unas semanas resistiéndose su primer tanto como colchonero por anulación de sus tantos por el VAR, el pasado domingo firmó un doblete en Anoeta, para permitir a los atléticos seguir creyendo, y colocarse en la parte alta de la clasificación.
Con un Morata ya más que adaptado, con un Diego Costa recuperado, además de un Antoine Griezmann con hambre de títulos como colchonero, con Rodri, Koke, Saúl en la sala de máquinas en su mejor nivel, los uruguayos, Giménez y Godín en el eje de la zaga dando masters de contundencia defensiva y juego aéreo, y el mismo Simeone dirigiendo el barco, este Atleti no se baja del burro.
Creado por Manolo Luque (@ManoleteLuque2)