¿Qué es realmente el yoga? ¿Se considera deporte o es, más bien, un sistema que va mucho más allá de lo que se puede creer remotamente? Te lo contamos a continuación.
«Chuang Tzu soñó que era una mariposa y al despertar no sabía si era Chuang Tzu, quien había soñado ser una mariposa o, por el contrario, una mariposa que había soñado que era Chuang Tzu.»- Parábola del filósofo Zhuangzi.
Es una realidad que la práctica de yoga ha ido gradualmente inundando nuestros tiempos y que cada vez es practicado por más y más individuos. Pero el hecho de que sea tan practicado no es homólogo a que lo sea «adecuadamente».
Y es que las modas tienen eso, corren a velocidad galopante y cobran, con ello, un carácter efímero, perecedero. Y el yoga verdadero no merece caer en esta desacreditación.
Sí, es un ejercicio que requiere combinar cuerpo y mente de manera simultánea a través de diferentes movimientos, posiciones y técnicas, pero no es un deporte, ni es una moda.
No es un deporte, porque en el yoga el único objetivo es la búsqueda de un equilibrio cabal y el propio bienestar personal, tanto emocional como físico. No entiende de competiciones ni de rivalidades, ni existe reconocimiento alguno por su práctica. Para lo único que puede uno ascender a través de él, es para ser formado en esta disciplina de origen indio y compartir, a posteriori, toda amplitud y extensión de conocimientos al respecto con el prójimo.
No es una moda, porque el yoga se destaca por su solidez, por su aporte en cuanto a innumerables beneficios para la salud a largo plazo y porque en el yoga auténtico, no cabe presión social alguna a sus espaldas. En contra de lo que muchos pueden seguir creyendo en la actualidad, el yoga no persigue la perfección, ni el lucirse realizando posturas cuasi acrobáticas, ni el ser flexible, estar tonificado, adelgazar o quedarse dormido en mitad de una sesión. Todo ello y más, son aspectos meramente superficiales muy distantes de lo que esta disciplina nos ofrece, que es, sin ir más lejos, conectar con la esencia.
El yoga nace en la medicina tradicional de la India unos cuantos milenios atrás. Lo que se realiza hoy en día, en la mayoría de gimnasios y salas varias, no contempla ni un 10% de toda esa contundente tradición.
Y es que el yoga se divide en ocho ramas primordiales que son yamas, niyamas, asanas, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana y samadhi; pero, a su vez, su tipología se expande casi de forma interminable a través de las siguientes variaciones: anusara yoga, hatha yoga, kundalini yoga, bikram yoga, ashtanga yoga, iyengar yoga, kripalu yoga, power yoga, bharata yoga, yoga nidra, nada yoga, ananda yoga, yoga integral o bhakti yoga, entre otros.
A lo largo de los siglos XIX y XX, ese nimio porcentaje citado, perteneciente a un gran todo, llegó desde el país asiático hasta Estados Unidos y Suecia, lugares en donde comenzaría una adaptación que terminó por alejarle, poco a poco, de su propia naturaleza.
«El Yoga me hizo cruzar el gran río, desde la orilla de la ignorancia a la del conocimiento y la sabiduría.»– B. K. S. Iyengar
La única verdad del yoga es la reciprocidad y retroalimentación con aquel que se sumerge en su vientre. Durante su práctica todo influye, por más insignificante que parezca, acercándonos o alejándonos de su sentido y, al mismo tiempo, la práctica misma es capaz de influir sobre todo lo que somos, despertando su valor.
Todo símil con el deporte, como lo son los beneficios que conlleva a nivel físico y/o mental o cualquiera de sus múltiples resultados, no son más que eso, resultados a los que se llega como consecuencia de su ejecución, pero nunca forman parte del camino, así como sucede en la mayoría de práctica deportiva.