Hoy hablamos de Raymond Lewis, probablemente el mejor jugador de la historia que nunca pudo debutar en la NBA. En una liga donde la discriminación era rutina, el enorme orgullo de Lewis tampoco sirvió para que tuviese una carrera profesional. Como les prometimos en otro artículo, aquí tienen la historia que más nos conmueve.

Watts, el lugar donde los blancos temían a los negros
El gueto de Watts, en Los Ángeles, tiene la particularidad de ser la cuna de una de las mayores protestas raciales. El 11 de agosto de 1965, un control rutinario en la carretera se saldó con la detención de Marquette Frye, uno de los dos ocupantes (ambos negros). Eso originó una protesta sin precedentes: Watts se convirtió en un campo de batalla que culminó con 34 muertos, más de mil heridos, 4000 detenidos y más de 40 millones de dólares en daños. Durante los 6 días que duraron los enfrentamientos la Guardia Nacional patrullaba en jeep con ametralladoras, asegurándose entre otras cosas que se cumplía el toque de queda.
Raymond Lewis (3 de septiembre de 1952), que por aquel entonces todavía no había cumplido los 13 años, había nacido y crecido en Watts. Indudablemente esos altercados le imprimieron su carácter de hierro por el que se caracterizó el resto de su vida.

Se forjó en una de las innumerables canchas de baloncesto callejero, jugando contra su hermano mayor. Fue desarrollando un talento a la misma velocidad con la que crecía su fama, hasta convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia de streetball, llegando a vencer a jugadores de la NBA en partidos de uno contra uno.

Rápido, ágil, gran driblador y con una muy buena muñeca. O lo que es lo mismo, un adelantado a su época.

En el instituto jugó para el Verbum Dei Eagles, un colegio de niños marginales que empezó entonces a ocupar portadas de revistas estatales. Todo por Lewis, quien lideró a su equipo junto a su mejor amigo Dwight Slaughter a un record de victorias de 84-4, acompañándolo de 3 títulos consecutivos de la Federación Interescolar de California.

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Raymond Lewis (izq) con la camiseta de los Verbum Dei Eagles
Fuente: Libertad Digital
La Universidad: ¿un escape o una cárcel de oro?
Las universidades más prestigiosas se escudaron en su mal expediente para no agregarlo en sus filas, como fue el caso de UCLA. Y es que tampoco estaba muy bien visto que un chico negro y marginal llegara a una universidad de ese calibre.
Apalabró su ingreso con Jerry Tarkanian, entrenador de la universidad de Long Beach State. Sin embargo, aceptó la oferta de Los Ángeles States, que le había prometido a cambio regalarle un coche (era completamente ilegal). Y en la cancha respondió de sobras: 38,9 puntos por partido y un 60% de acierto en su primera temporada. Además de anotarle 41 a UCLA (quien vio truncada su racha de 26 partidos consecutivos ganando), 50 a San Diego State o 73 a UC Santa Bárbara.
En su segunda temporada bajó su rendimiento hasta los 32,9 puntos por partido.
Sin embargo era un estudiante mediocre y hasta entonces era necesario terminar la carrera para poder presentarse al draft de la NBA. Y ese era su verdadero objetivo.
Pero las cosas cambiaron. ¿Se acuerdan de Spencer Haywood? ¿Aquél que llevó al comisionado de la NBA ante el mismísimo Tribunal Supremo de los Estados Unidos? Pues resulta que en marzo de 1971 la justicia se pronunció: si un jugador no había completado los cuatro años de universidad podían ser admitidos en la NBA si se cumplían ciertos requisitos (versaban sobre criterios económicos). Esto es lo que se conoce como Hardship Draft.
En 1973 Lewis ingresó en esta lista, aunque las franquicias no eran partidarias de seleccionar a este tipo de jugadores porque se consideraban conflictivos.
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Raymond Lewis en un recorte de periódico
Fuente: Playitusa
Y Philadelphia mató a The Phantom
Raymond Lewis era el mejor de ese draft. Sin ninguna duda. Pero no lo olvidemos: era negro, marginal y sin carrera universitaria. Así que desde el primer día el baloncesto se dedicó a hacerle la vida imposible hasta prácticamente matarlo. Sí, el baloncesto quiso matar a Lewis y Philly se ocupó de ello.
La primera ronda se componía de 18 elecciones. Los Sixers tenían la 1ª y la 18ª. Con la primera seleccionaron a Doug Collins. Y con la decimoctava seleccionaron a Raymond Lewis.
Lewis no tenía representante (desconfiaba de ellos) y firmó un contrato de 450.000$ por tres años. O eso creía él. Porque en realidad solo tenía garantizados 165.000$, el resto eran bonus.
Elegido en una posición retrasada, con un salario inferior al de Collins… El orgullo de Lewis afloró hasta el punto de que en un partido de los training-camp humilló al número uno del draft endosándole 60 puntos en una parte. El entrenador tuvo que suspender el partido. Poco después, en la liga de verano anotó 52 puntos a todo un digno rival como los Lakers. Y es que nadie podía parar lo imparable.
Con su excelente pretemporada como principal argumento Lewis fue a negociar una mejora de su contrato con la directiva de los Sixers. Pero salió de la reunión con las manos vacías. Dolido en su orgullo.
Empezó a saltarse los entrenamientos, y Philadelphia suspendió al jugador de empleo y sueldo. Primero le suspendió un año, después los tres que estipulaban su contrato.
Decidió volvier a su hogar. Watts le acogió con los brazos abiertos y le ofreció todo lo que Lewis no podía disfrutar con los Sixers: alcohol y droga. Se sumió en un estado de depresión que estuvo a punto de acabar cuando los Utah Stars le llamaron en 1974 para ofrecerle un contrato. Pero entonces se produjo una llamada de Philadelphia para recordarles que Lewis aun tenía contrato, que no lo podían firmar porque corrían el riesgo de una denuncia.
Todo pudo cambiar en 1975 cuando la cúpula de los Sixers cambió. Querían al jugador de vuelta. Pero éste se negó. El club le había dado la espalda dos años y ahora le tendía la mano. Pero Lewis no vio motivo para estrechársela. Simplemente esperó una temporada más, hasta que su contrato expiró.
Volvió a entrenar con varios equipos de la NBA. Y a pesar de volver decrépito y envejecido, seguía siendo el mejor en cada entrenamiento que disputó. Pero los equipos solo le ofrecieron el mínimo, nadie quería darle más. Y tal como vino se fue. Como una sombra. Como un fantasma.

Las llamadas dejaron de sonar. El balón dejó de botar. Su corazón dejó de latir.

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Raymond Lewis en sus últimos años
Fuente: YouTube


111-110, el Este ganó al Oeste en la fiesta del All-Star:
El 11 de febrero de 2001 se disputó el partido de las estrellas, que ponían el cierre de oro a un All-Star Weekend que se celebró en Washington. Iverson se alzó con el MVP en un duelo que enfrentaba a jugadores del tamaño de Stephon Marbury, Dikembe Mutombo, Ray Allen, Vince Carter, Jerry Stackhouse, Tracy McGrady, Kevin Garnett, Kobe Bryant, Tim Duncan, Jason Kidd, Vlade Divac, Karl Malone, Gary Payton…

En el último cuarto el Oeste ganaba por 19 puntos de ventaja… pero Iverson (25 puntos, 5 asistencias) lideró al Este para culminar una épica remontada que convirtió el All Starde 2001 en uno de los mejores de la historia.
Era un momento de fiesta, de confeti, de alegría, de espectáculo… que se inmortalizó en las fotos que llenaban las portadas de los periódicos de todo el país.
Pero mientras Allen Iverson remontaba el encuentro y levantaba el MVP, al otro lado de Estados Unidos la vida de Raymond Lewis se apagó para siempre, sin hacer ningún ruido en la prensa.
Tras contraer una grave infección en el 2000 los médicos le aconsejaron amputarle la pierna, a lo que él se negó alegando que nunca más podría volver a jugar a baloncesto, lo único que le había permitido olvidar el infierno en el que vivía. Pero el dolor se hizo insoportable y aceptó someterse a la operación poco tiempo después. Pero ya era tarde. Sus ojos se cerraron para siempre el 11 de febrero de 2001. Tenía 48 años.
«Raymond Lewis era uno de los mayores jugadores que alguna vez he visto … nadie puede cambiar mi mente sobre esto», Sonny Vaccaro (gurú de Nike en los setenta)
«Nunca vi a nadie jugar el uno contra uno como lo hacía él. Nunca vi a nadie que pudiera pararle ni detener sus penetraciones. Fue el mejor jugador de baloncesto que jamás haya visto», Jerry Tarkanian (uno de los mejores entrenadores universitarios)
«Ningún tío que haya jugado a esto fue tan bueno como Raymon, Dwight Slaughter (su mejor amigo y padre del jugador Marcus Slaughter)
«Ha sido, probablemente, el mejor jugador que nunca jugó en la NBA. Era impresionante, un adelantado a su tiempo. Lo que Isiah Thomas hacía y lo que ahora hacen Iverson o Marbury, ya lo estaba haciendo Lewis en los años 70», Donny Daniels (asistente de UCLA y compañero de instituto de Lewis)

La historia de Raymond Lewis no es para nada una excepción. A lo largo de los años, muchos chicos negros de origen conflictivo lo han dado todo (incluso su vida) por intentar llegar a la NBA. Esto ha dado pie a un sinfín de teorías y especulaciones. Y es que muchas personas creen en la existencia de una lista negra de jugadores elaborada entre el comisionado y las franquicias. De ser cierto el mito, Lewis sería sin duda el mejor jugador de esa lista. El rey de los marginados. El Rey de los Fantasmas.

Creado por Mario Pedrol

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