La figura del árbitro no tiene ni el respeto ni el reconocimiento que merece en la actualidad, especialmente en el mundo del fútbol. Han salido en varias ocasiones a la luz por parte de medios de comunicación, noticias relacionadas con agresiones a un árbitro por parte de espectadores, jugadores o incluso entrenadores. Estas noticias son solo una pequeña parte de la realidad que vive un árbitro en su día a día.
Llega el fin de semana y comienza la jornada de trabajo para cualquier árbitro, jornada que será corta pero intensa, dos días llenos de partidos donde tristemente en muchas ocasiones, lo único que espera es que “todo vaya bien”. Esta no debería ser la actitud con la que un árbitro afronte su jornada pues está haciendo un trabajo que le gusta y además cobrando por ello, por lo que debería encarar el día diciendose a si mismo “voy a disfrutar de esto, que es lo que me gusta”.
No existe ningún otro empleo en el que al trabajador se le insulte y grite mientras está haciendo su trabajo, a pesar de que este trabajo sea de los más complicados y subjetivos. La figura del árbitro, sobre todo en el mundo del fútbol, está relacionada con la falta de respeto, se ha convertido ya en algo normal que le recuerden durante un partido lo malo que es y lo mal que lo ha hecho, eso ya si no entran a insultar a sus familiares; reprimendas que por lo general vienen por parte del equipo que va perdiendo.
Árbitro y culpable se han convertido en dos sinónimos en el mundo del fútbol. En vez de admitir una derrota y que el rival ha jugado mejor, es mucho más fácil culpar al árbitro. Es el elemento más vulnerable dentro de un campo, siempre solo ante el peligro, expuesto a engaños y simulaciones por parte de los jugadores, que hacen que su trabajo sea todavía más difícil.

Raramente se le felicita por hacer bien su trabajo ni se comenta entre los equipos o el público lo bien que lo hizo, sus aciertos se suelen olvidar. Por el contrario, un fallo será siempre recordado, un fallo arbitral puede resultar la excusa perfecta de la derrota para el equipo perdedor. Es triste, pero es la realidad.
Este hecho, se da por la soledad del árbitro dentro del campo, un árbitro no tiene a nadie que le defienda, no tiene una afición que le anime, no tiene a personas en el campo que le faciliten su trabajo. Es un hecho que hemos de cambiar entre todos aquellos que nos encontramos en un campo de fútbol disfrutando de este deporte, el apoyo y ayuda al árbitro hará, no solo que esté más tranquilo y feliz, sino que seguramente realizará mejor su trabajo. Este apoyo no ha de venir únicamente de jugadores, entrenadores, afición y todas las personas implicadas dentro del mundo del fútbol también le deben apoyar, para que, como se ha dicho, conseguirán no sólo hacer que el árbitro disfrute mucho más a la hora de hacer su trabajo, sino que lo haga muchísimo mejor.