Poseía todas las cualidades para ser recordado como un jugador de leyenda. Despuntó muy joven y todo el país se asombró por su innata habilidad en un fútbol gobernado por tipos sin piedad. Fue un incordio total para Brian Clough, intolerable con la vida privada de un “playboy” que pagó las consecuencias de sus actos heterodoxos en un período con estrictas restricciones.

“Me he dado cuenta de que ya he sido declarado culpable. No quiero dar más explicaciones a mi familia y a mis amigos. Espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida; al final en él encontraré la paz que nunca tuve”. Así se despidió  Justin Fashanu antes de aparecer ahorcado en 1998, a los 37 años de edad, en un almacén de un callejón sin salida en el este de Londres. El futbolista inglés, de padres nigerianos, no pudo soportar más el acoso y difamación que estaba sufriendo por declararse homosexual durante su etapa profesional en Inglaterra. Sus últimas horas transcurrieron en una sauna gay, a veinte metros de donde decidió poner fin a su agitada vida. Justo un mes antes de suicidarse, había sido acusado de abusar sexualmente de un menor en los Estados Unidos. Allí estaba ejerciendo las funciones de entrenador, lejos del ruido mediático que habían suscitado sus turbulentas historias en la sociedad británica. Fue chantajeado por el joven de 17 años pero, por miedo a no recibir un juicio justo por su condición sexual, emprendió el regreso a casa. En su nota de despedida lo reflejó de esta manera: “No agredí sexualmente a ese chico. El sexo fue consentido (…) Por fin encontraré la paz”.

La homosexualidad es uno de los tabúes más importantes que aún siguen pesando en el mundo del fútbol. Incluso el racismo. Justin sufrió un auténtico calvario en este sentido. Dos años después de debutar en Norwich, en 1981, se convirtió en el jugador de raza negra más caro de la historia al ser traspasado al Nottingham Forest por la friolera cifra de un millón de libras. Llegaba para sustituir a una leyenda como Trevor Francis. Este hecho provocó un intenso rechazo entre sus colegas y rivales de profesión. Los insultos fueron continuos dentro y fuera de los estadios. Además tuvo que observar cómo le lanzaban plátanos desde la grada. La discriminación por su color de piel camuflaba un problema aún mayor: la homofobia. Realmente no existen casos de futbolistas que hayan asumido públicamente ser gays por el rechazo que puedan generar. Uno de ellos salió del armario en 2014, un año después de retirarse. Thomas Hitzlsperger, centrocampista alemán que desarrolló la mayor parte de su carrera en clubes tan históricos como Aston Villa, West Ham y Everton, habló abiertamente de sus preferencias sexuales en los medios de comunicación y reconoció la dificultad de romper barreras en un colectivo en el que existe el temor a perder contratos y a ser objeto de constantes burlas. En Inglaterra, en cambio, se ha propuesto recientemente que los futbolistas gays desvelen su identidad en grupo para evitar ataques individuales y que el mensaje tenga un mayor calado para la opinión pública.

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    Fuente: Evening Standard

Justin fue víctima de un retrógrado como Brian Clough. Su entrenador en el Forest, ideólogo de un equipo que marcó una época con la consecución de dos Copas de Europa, le hizo la vida insoportable cuando se enteró de sus andanzas nocturnas. “¿Dónde vas si quieres una rebanada de pan?, le preguntó. ‘Al panadero, supongo’, le contestó”. “¿Dónde vas si quieres una pata de cordero? ‘Al carnicero’, le replicó”. Y de repente, Clough le espetó: “Entonces ¿por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones? La relación entre ambos se deterioró desde el momento en el que a Fashanu se le prohibió entrenar junto al resto de sus compañeros. El venerado entrenador inglés se refirió a él como “una nenaza”. Solo duró una temporada en la entidad de los Midlands. Sus registros fueron paupérrimos (3 goles en 32 partidos) y no tuvo otra opción que abandonar el club para fichar por el otro equipo de la ciudad, el Notts County, después de una brevísima estancia en el Southampton. Era una gran oportunidad para resarcirse de una etapa donde estuvo sometido a la tiranía de su carcelero. La luz apareció al final del túnel en Brighton. O eso parecía. Una grave lesión de rodilla le mantuvo inactivo durante varios meses. El infortunio se apoderó de su vida. Jamás alcanzó la forma física anterior a la lesión y se aisló de todo el mundo recluido en su casa. Durante dos años en esta zona costera se abrazó al evangelismo, lo cual afectó negativamente a su salud mental. Nick Baker, autor del libro biográfico “Forbidden Forward”, lo reflejó de forma explícita: “Él estaba atormentado por una fe que le decía que ser gay era un pecado. Él mismo fue su peor enemigo. No siempre trató a la gente con el respeto que merecía”. Desde su salida de Norwich nunca cumplió con las expectativas de un chico que estaba destinado a triunfar en una competición aguerrida y con actores con fama de duros. Desafortunadamente daba tumbos en los vetustos estadios del sur, centro y norte del Reino Unido.

Uno de los episodios más controvertidos de su inquietante historia se centró en los tabloides sensacionalistas. The Sun  publicó en su portada la confesión de Justin Fashanu: “I’m gay”. Y este se embolsó 20.000 libras por la entrevista. Su sexualidad era vox populi y fue chantajeado para que contara en primera persona su secreto. “Sabemos que eres gay, o lo cuentas y te pagamos por ello o igualmente lo sacamos y no recibirás nada de dinero”. El dinero fácil llamaba a sus puertas. Por eso, cuatro años después vendió por 300.000 libras unos supuestos affaires con dos parlamentarios conservadores. El establishment  en la capital inglesa se resquebrajaba con un escándalo que salpicó a algunos hombres poderosos, pero sin pruebas concluyentes como para ser crucificados. Quien quedó señalado para siempre fue Justin después de haber admitido que se lo había inventado todo.

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    Fuente: Daily Star

Su privilegiado físico no obtuvo buenos resultados en el césped. Sin embargo, en sus aventuras más vinculadas al ocio causaba una gran admiración tanto en las féminas como en los varones. Su hermano, John, un año menor que él, reprobó su comportamiento públicamente. De pequeños eran inseparables. Ambos crecieron en un orfanato hasta que les adoptó una familia inglesa blanca de clase media. Pero la relación se torció cuando alcanzaron la madurez. En una entrevista, John aseguró haber ofrecido a Justin 75.000 libras para comprar su silencio. “Yo temía que la gente creyera que yo era gay también. Yo era un tipo duro, jugaba en un equipo de chicos duros (…) Era un equipo duro, con esa imagen de machos fuertes, y nuestros seguidores disfrutaban de nosotros. Le ofrecí mucho dinero para que no revelara su homosexualidad. Me siento triste por pensar que en la época no entendía todos los desafíos por los que Justin estaba pasando, un poco más de entendimiento y cariño podían haber cambiado muchas cosas”. John se labró una reputación en el fútbol anglosajón en el Wimbledon, un modesto club del suroeste de Londres cuyo núcleo más representativo lo formaban Vinnie Jones, Lawrie Sánchez, Dennis Wise y el propio John Fashanu. Eran conocidos como los  Crazy Gang por sus actitudes excéntricas tanto dentro como fuera de los terrenos de juego, así como por practicar un juego rudimentario. Nunca alcanzó la fama que sí conoció su hermano. Asumió su rol. Aun así, fue uno de los protagonistas de una de las escenas más heroicas de la FA Cup. En 1988, mientras Justin se arrastraba como consecuencia de su maltrecha rodilla, John levantó el trofeo en Wembley tras derrotar, contra todo pronóstico, a un intratable Liverpool.

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    Fuente: The Guardian

En Netflix se emite un extraordinario documental sobre la vida de este carismático y talentoso jugador a través de testigos que han sido fundamentales en su trayectoria: su madre biológica, la adoptiva, su hermano, su hermana, su cuñada, sus amigos… “Forbidden Games: The Justin Fashanu story” relata con todo tipo de detalles una infancia cruel que marcó su carácter, y expone un contexto político y social de un país que no se lo puso nada fácil en unos años convulsos. Un amigo suyo realiza una concisa descripción de la azarosa existencia de un tipo que se fabricó, inconscientemente, muchos obstáculos: “Fue muy surrealista cómo un hombre podía tener tantos altibajos y tantas oportunidades para hacer las cosas bien. Y las veces que lo hizo bien, el mundo quiso arrebatárselo. Cuando el mundo se lo dejaba en bandeja y lo acogía, él era quien lo echaba a perder. Nunca había paz”. No se lo pierdan. Es absolutamente conmovedor.


Maikel Tapia (@tapia_maikel)

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