Raquel González, castellonense de 41 años, se puede enorgullecer de ser la primera y única árbitro de la Primera División de fútbol sala, y desde el año pasado la primera mujer española en ser árbitro de la UEFA.

Esta árbitro que está rompiendo barreras antes fue jugadora y entrenadora. Su pasión es el deporte, y al final por curiosidad e insistencia de un compañero decidió explorar esta faceta que le quedaba. “Acudí a una clase del Comité para no quedarme con la intriga, pero me gustó mucho. Por ello, me apunté y, tiempo después, completé el curso de árbitro”, recuerda González.

Sus primeros pasos como árbitro comenzaron de cronometradora. Raquel era la encargada de controlar los tiempos del partido desde la mesa, trabajando junto al anotador y asistiendo al árbitro principal. Sin embargo, debido a su constancia y gran capacidad de aprendizaje le permitieron debutar muy pronto como primer colegiado en un partido local masculino en Castellón.

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En su partido de début pese a no tenerlo fácil y expulsar a muchos jugadores por agresiones, sintió que el árbitraje era realmente lo suyo “Me encantó esa sensación de control, de seguridad en todo momento. Era como si estuviese dentro de un huracán, pero sin que nada me afectase. Descubrí una faceta de mi persona que no conocía”.

Una vez superado su partido de début, su figura como árbitro fue afianzándose y creció a gran velocidad. Solo unos años después ya había logrado ascender a Segunda divisón. Esta árbitro tenía muy claro donde quería llegar y lo que hacía falta para conseguirlo. Por este motivo la castellonense, dejó de lado muchas cosas para poder centrarse en su entrenamiento porque como bien sabe “sin una formación mínima es imposible alcanzar la élite”. Teniendo esta meta en la mente trabajó hasta lograr su objetivo y admite que “Llegué más rápido a las primeras categorías porque jugué con la baza de tener menos competencia. No obstante, aquí no le dan el silbato a cualquiera. Si te dan una oportunidad es porque saben que vales”.

Raquel siguió demostrando su valia en Segunda divisón, hasta que dos años después con 35 años, recibió la llamada de la Primera División. Ella recuerda que  “Fue uno de los momentos más especiales de mi vida. No solo por ser la primera mujer, sino por el simple hecho de haberlo logrado. Nunca imaginé esta situación”.

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Esa noticia le dió la fuerza para lograr superar todos los obstáculos que pudieran ponerse en su camino. Ella ha sido la primera mujer en ser árbitro de la máxima categoría del fútbol sala español. Este logro supuso superar el obstáculo más doloroso, el machista. Raquel contaba que “La gente se sorprendía cuando veía a una mujer pitando. Nunca entenderé por qué le daban tanta importancia. Nosotras tenemos la misma capacidad que los hombres para aprendernos las reglas”. De todo lo que tuvo que soportar, dice que lo que más le dolía durante los primeros años eran los comentarios ofensivos de los más pequeños “Aunque obviaba el ambiente ensordecedor de las gradas, resultaba imposible no escuchar sus palabras. Su vocecita, sus insultos; era una pesadilla. Los mayores no hacían nada, incluso parecía que aprobaban esas acciones”.

Raquel tuvo que aprender a convivir con ello y esperar a que los padres de estos niños se dieran cuenta del daño que pueden llegar a hacer con tanta permisividad. Para intentar remediar esto, decidió acercarse más a los niños e ir a las escuelas a arbitrarles partidos ante el asombro de los más pequeños.

EL gran reconocimiento mundial de esta árbitro llegó con el Mundial de Portugal, donde pitó como como árbitro principal la final entre el país anfitrión y Brasil, de España y de Guatemala. Esta experiencia internacional, sumada a sus grandes actuaciones en la Primera División de la liga española le permitieron convertirse en la primera mujer española en ser árbitro de la UEFA. El 23 de agosto de 2017, se consagró en la élite internacional pitando en la Copa Europea Masculina en Noruega.

Podemos decir que Raquel González ya lo ha vivido prácticamente todo siendo árbitro. Lleva 16 años dedicándose a su pasión, y se arrepiente de no haber empezado antes, sueña con que no llegue el fin de esta aventura.

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