El exjugador sportinguista falleció el pasado 27 de febrero, víctima de un infarto, en la ciudad de Gijón, lugar en el que desplegó su mejor fútbol durante 15 temporadas

Enrique Castro González (Oviedo, 1949 – Gijón, 2018) más conocido futbolísticamente como Quini, era un killer del área. Su máxima virtud radicaba en la anticipación. El delantero sabía colocarse como nadie. Era capaz de meter goles desde cualquier posición del campo. Su olfato goleador y su sed de sangre eran inigualables, aunque su ilusión desde niño siempre fue ser portero, y señalaba que se le «daba muy bien».

Sólo con una mentalidad así de ganadora podría haber sido el máximo goleador de la Primera División del fútbol español en cinco ocasiones. El apodo de el Brujo le fue otorgado gracias a su gran cualidad: adelantarse al defensa rival, y hacer gol cuando menos se lo esperaba el equipo contrario. Quini no era un maestro de la técnica, ni tampoco tenía unas características muy depuradas, ya que sólo era gol. Así lo admitía cuando le preguntaban. «Yo no jugaba a nada, pero metía goles», aseguraba con rotundidad.

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Fuente: página oficial Sporting de Gijón
A la hora de anotar los tantos, el delantero era un fetichista de los goles de cabeza. Le parecían unos goles preciosos. Quini era un jugador que marcaba muy bien los tiempos y tenía una gran plasticidad en el remate. Una prueba de esta afirmación es que el delantero solía aseverar que «el fútbol era lo más sencillo del mundo, ya que consistía únicamente en meter goles y en ser eficaz de cara a puerta». Su etapa como futbolista comenzó en los juveniles del colegio Salesianos. Quini jugaba en campos de carbonilla que le provocaban unas heridas que tardaban años en sanar. «Me hice heridas que me duraron muchos años. La carbonilla penetraba en la herida. Al cicatrizar, siempre quedaba algo de carbón dentro, por lo que nunca se curaban del todo», reconoció el asturiano.

Posteriormente, se marchó al Club Deportivo Ensidesa durante una temporada completa entre los años 1967 y 1968. El club nació asociado a la empresa siderúrgica avilesa Ensidesa. Su creación fue gestada con el objetivo de ofrecer un espacio lúdico y deportivo a los empleados que trabajaban en la compañía. Ensidesa proveía de dinero, de instalaciones deportivas y de empleo a la mayoría de sus jugadores. En estos momentos de su carrera deportiva, Quini pertenecía a la escuela de aprendices de dicha empresa. El equipo asturiano militaba en la Tercera División del fútbol español.

A pesar de haber nacido en la ciudad de Oviedo, el ariete nunca formó parte de la disciplina azulona. «El Oviedo se interesó por mis servicios. Me quisieron fichar, pero mi padre les dijo que sólo me incorporaría a la disciplina ovetense, si era para jugar en el primer equipo, que militaba en Segunda División. La directiva del Oviedo le respondió que sería para jugar en su filial, en el Vetusta, que disputaba la Tercera División. Mi padre se negó porque estaría en la misma categoría en la que jugaba entonces con el Ensidesa, y el campo de Santa Bárbara lo tenía a 100 metros de casa», comentó el futbolista.

En 1968 ocurrió un suceso que cambiaría para siempre el fútbol español. El Sporting de Gijón firmó un convenio de colaboración y de intercambio de futbolistas con el Ensidesa. Todos los jugadores que tuvieran intención de abandonar el club de Avilés, tendrían que hacer una prueba con el equipo sportinguista, ya que éste tenía preferencia en la incorporación de los jugadores del Ensidesa sobre cualquier otro club. Quini realizó satisfactoriamente las pruebas, y fichó por el Sporting de Gijón, en diciembre de ese año. Esa temporada fue máximo goleador del Ensidesa y del Sporting de Gijón.

El futbolista debutó con la Selección Española cuando jugaba con el club gijonés en Segunda División. Su debut fue contra Grecia en un amistoso de noviembre de 1970, celebrado en Zaragoza. El combinado nacional venció al griego (2 – 1) con un gol de Luis Aragonés y otro del propio Quini. Con la Roja disputó un total de 35 encuentros. El futbolista confesó que haber sido seleccionado para jugar con el combinado nacional fue «la ilusión más grande que podía sentir un jugador. Era un orgullo grandísimo, y fue un gran paso hacia adelante en su carrera deportiva».

Se produjeron dos anécdotas muy curiosas del delantero asturiano, a lo largo de los años en los que fue convocado con la Selección. En la Eurocopa de 1976, el seleccionador Kubala le ordenó marcar al líbero Franz Beckenbauer, es decir, el delantero marcaba al defensa. Quini comentó el suceso con humor. «Fue una misión que me encomendó el técnico. El defensa alemán salía siempre conduciendo el balón jugado desde atrás. Era un futbolista muy elegante. Me sorprendió la consigna de Kubala, pero lo hice de maravilla porque empatamos a uno», indicó Quini.

El otro acontecimiento ocurrió cuatro años antes. España jugaba contra Irlanda del Norte, y el ariete sufrió un codazo criminal de Allan Hunter. El zaguero le rompió a Quini la bóveda del ojo. El delantero nunca perdonó la acción al defensa. «Si en aquel momento tengo una pistola, hubiese sido capaz de largarle unos cuantos tiros, porque eso no puede hacerse con esa mala fe», aseguró el ariete asturiano. Esta lesión estuvo a punto de retirarle de por vida de la práctica del fútbol.  

En la campaña 1978/1979, Quini estuvo a punto de fichar por el Barcelona. El club catalán ofreció unos 80 millones de pesetas de la época para hacerse con los servicios del jugador. La directiva del Sporting de Gijón lo sometió a votación en una asamblea de socios compromisarios, y se le denegó la salida. El delantero estuvo muy enfadado con su equipo por no dejarle marchar. «Antes existía el derecho de retención de los clubes. La entidad no te dejaba marchar si no quería. Eras una mercancía y pertenecías literalmente a la institución. Sólo te podías marchar de un club si éste te lo permitía y si le interesaba el traspaso económicamente», reconoció el futbolista asturiano.

Esa temporada con el Sporting de Gijón fue antológica. El equipo asturiano quedó subcampeón a cuatro puntos del Real Madrid. Así recordaba Quini esa campaña:  «Fue un año muy bonito, porque un equipo modesto como era el Sporting de Gijón estuvo jugando de tú a tú con los mejores equipos de Primera División».

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Fuente: página oficial Sporting de Gijón
Aunque los madridistas ganaron esa liga, los gijoneses triunfaron en el terreno moral. El Real Madrid ganó aquel campeonato doméstico con mucha polémica. En un enfrentamiento directo, el jugador merengue Isidoro San José le propinó un codazo al sportinguista Enzo Ferrero. El jugador argentino, al ver que sangraba por la nariz, se revolvió y le dio una patada al zaguero madrileño. El árbitro expulsó al jugador sudamericano, mientras el público de El Molinón coreaba por primera vez en la historia el afamado cántico de: » Así, así, así gana el Madrid». El encuentro concluyó con empate (1 -1) en el marcador.

En 1980, Quini fichó por el Barcelona. A lo largo de ese año sufrió una amenaza de secuestro. Los empleados del grupo empresarial Duro Felguera, situado en Gijón, amenazaron a los jugadores del Sporting de Gijón con secuestrarles como una medida intimidatoria, ya que los directivos de la compañía querían integrar  en su conglomerado empresarial a una entidad viguesa, por lo que eso suponía una reestructuración y despidos en la plantilla. Los trabajadores solicitaron a Quini una declaración de solidaridad, pero tras consultarlo con su presidente, el delantero se negó porque no quería pronunciarse en un conflicto sociolaboral. Los empleados de Duro Felguera llegaron a prender barricadas con neumáticos en las calles de Gijón, como modo de protesta.
  
La campaña siguiente, el ariete marcó 20 goles. Fue el máximo goleador de la categoría. El final de esa temporada suele ser recordado por su secuestro durante 25 días en un zulo de Zaragoza. Quini fue secuestrado a punta de pistola por tres individuos cuando iba a recoger a su mujer en el aeropuerto de Zaragoza. Dos días más tarde, los secuestradores se pusieron en contacto con la familia y solicitaron un rescate de 100 millones de pesetas.


El delantero se mantenía con vida a base de bocadillos. Un operativo formado por más de 4.000 agentes buscaron por toda España a los secuestradores. En la parcela deportiva, el Barcelona iba líder con una gran ventaja de puntos sobre sus competidores, pero el secuestro del delantero titular consternó a la plantilla. Las figuras del Barcelona no pensaban en la Liga, sólo querían que todo acabase satisfactoriamente. Allan Simonsen, Bernd Schuster y Ramón Alexanko se negaron a jugar hasta que finalizara el secuestro, pero la competición doméstica no se suspendió. Al final, la Real Sociedad salió campeona de liga.  


Uno de los patrocinadores del Barcelona llegó a depositar la cantidad pactada en un banco, pero el dinero no se transfirió a los secuestradores. Al final, tras una ardua investigación policial, Quini fue liberado y los tres secuestradores fueron detenidos. Los imputados fueron sentenciados, y justificaron el secuestro al tener problemas económicos.  El delantero acabó perdonando a sus secuestradores. Así recordó el futbolista el dramático suceso. «Tengo superado el secuestro.Hace mucho tiempo de aquello. Ya es historia. Al final les perdoné. La justicia ya les castigó, y ellos merecen una segunda oportunidad», dijo el ariete.

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Fuente: página oficial Sporting de Gijón
Quini abandonó la disciplina catalana en 1984, con una Recopa de Europa, tres Copas del Rey y una Supercopa de España bajo el brazo. Volvió al Sporting de Gijón, donde disputó dos campañas más antes de retirarse de los terrenos de juego con 37 años. Se convirtió en el segundo jugador sportinguista con más partidos de liga, con un total de 441 encuentros. Tras su retirada, su vida tuvo varios reveses. Sufrió la muerte de su hermano Jesús en el mar, al intentar rescatar a tres bañistas ingleses que se estaban ahogando en una playa de Cantabria. El delantero también tuvo un cáncer en la cabeza y en el cuello, del que se recuperó hace unos años. Con la muerte de Quini, se va uno de los mejores goleadores españoles de todos los tiempos. Que la tierra le sea leve.

Creado por Eduardo Acin (@EduardoAcnGarcs)

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