El debate sobre la salida del sempiterno técnico galo está abierto a pesar de su reciente renovación. Su liderazgo se ha puesto en entredicho y no son pocos los que cuestionan sus ideas. «Por amor a Dios, Arsène, se acabó. Lo que estás haciendo es destruir tu legado. Ha llegado el momento de hacer lo correcto», escribió en twitter el polémico periodista Piers Morgan, un hincha declarado del Arsenal. En unas horas se producirá otro desolador episodio. Alexis Sánchez, el referente de un conjunto a la deriva, se disfrazará durante los próximos tres años y medio de “diablo rojo”. Wenger no logró convencer al mago chileno para que formara parte de su desgastado proyecto. Eso sí, recibirá una compensación. El discutido futbolista armenio Henrikh Mkhitaryan, con un trato exquisito por el balón, realizará el trayecto inverso. Nadie duda de sus cualidades, pero su incorporación no es atractiva por su escasa e irregular aportación al United. En cambio, el codiciado delantero gabonés Pierre Emerick Aubameyang, en rebeldía con el Borussia Dortmund, es la única alternativa para suplir con ciertas garantías a la estrella sudamericana. Los franceses Lacazette y Giroud tienen la pólvora mojada. En definitiva, no convencen. Y las opciones de encontrar un diamante en bruto se reducen considerablemente. Esta es la última oportunidad de redimirse de las críticas del hombre que batió hace tres semanas los registros en longevidad (813 partidos en la Premier) de su homólogo, ya retirado, Sir Alex Ferguson.
Maikel Tapia (@tapia_maikel)
Los últimos cañonazos del general francés
La posición de Arsène Wenger en el banquillo del Arsenal se debilita. En los últimos tiempos el club está experimentando una involución tanto deportiva como económicamente, y el francés necesita reinventar su manual si quiere regresar a la senda de los éxitos. Este es el reto más difícil de su carrera.
En septiembre de 1996, la Premier League dio la bienvenida a un tipo que no reunía las características del “manager” que imperaba en las islas. Sustituyó a Bruce Rioch, un técnico inglés y de nacionalidad escocesa que solamente duró en el cargo una temporada. Su aspecto de docente y su metodología causaron estupor entre sus colegas de profesión e, incluso, entre las leyendas del Arsenal. Su máximo valedor, David Dein, recibió muchas críticas por apostar por un foráneo sin apenas experiencia en el fútbol europeo. Un período infructuoso en el Nancy y una errática etapa en el AS Mónaco no eran avales suficientes para afrontar un reto de tanta envergadura. El vicepresidente del club del norte de Londres, un hombre muy respetado en las altas esferas de la federación, viajó expresamente a Japón, donde ejercía de entrenador en el Nagoya Grampus Eight, para convencerle de que ocupara un puesto que en años anteriores cotizaba a la baja. Dein estaba harto de un cántico (boring, boring Arsenal) que retumbaba en sus oídos incesantemente y que salía de las gargantas de sus propios hinchas mientras George Graham impartía sus tácticas ultradefensivas.
Fuente: Daily Mirror
La rueda de prensa de la presentación de Arsène Wenger en Highbury Park levantó una enorme expectación. Fue el principio de una revolucionaria era en un fútbol peculiar y con unos hábitos muy tradicionales. El alsaciano implantó sus ideas en un equipo habituado a los rigores del juego aéreo. Insufló aire fresco y cosmopolita a un equipo con unos roles muy específicos de jugadores con una gran jerarquía. Tony Adams, Steve Bould, Paul Merson o Ian Wright eran escépticos con respecto a la filosofía que ese hombre espigado y con gafas quería implantar en un vestuario con valores totalmente antagónicos. Instauró una estricta dieta y empezó a usar métodos científicos para mejorar el rendimiento. Pero lo que más sorprendió fue su rechazo al alcohol. Adams y Merson, reconocidos adictos a la bebida, no digerieron con agrado esta imposición. Sin embargo, no tenían otra alternativa. O aceptaban sus normas o finalizaban sus días como gunners en el ostracismo. Finalmente se rindieron al refinamiento de un estilo que recordaba, con distintos matices, al passing game que practicaba el Liverpool en los años setenta y ochenta.
Fuente: www.arsenal.com
El toque elegante se imponía en una plantilla ensombrecida por el poderío y resurgimiento de un Manchester United capitaneado por un sargento escocés de clase obrera. Tras ocho años de sequía (memorable aquel gol de Michael Thomas en Anfield en 1989), Wenger alzó el primero de sus tres únicos trofeos ligueros. Comenzó a forjar un equipo con nombres que, posteriormente, escribieron una de las historias más emotivas de la Premier League. En la temporada 2003/2004 no conocieron la derrota en las 38 batallas que afrontaron y la prensa especializada popularizó el apodo de Los invencibles. Thierry Henry, Patrick Vieira, Robert Pires, Dennis Bergkamp, Fredick Ljunberg, Jens Lehmann, Sol Campbell, Sylvain Wiltord y compañía escenificaban la esencia de un juego preciosista que se desmarcaba de las líneas más conservadoras de los clubes de perfil medio y bajo. Este fue el punto de inflexión de un club que comenzaba a mirar con lupa sus balances económicos. Una política de ahorro en grandes contrataciones suponía un serio revés para poder competir con las dos instituciones de Mánchester y el Chelsea. La vulnerabilidad en el mercado era notoria. ¿Cuál era la alternativa en la estrategia de fichajes? Abrir paso a los jóvenes, concederles protagonismo y obtener un importante rédito con sus ventas. La escasa ambición de los cañonerosprecipitó la salida de su goleador Robie van Persie, rumbo a Old Trafford. Este hecho provocó un estallido en el Emirates. La paciencia dejó de ser una virtud entre los aficionados de la entidad londinense. Su único consuelo era la consecución de tres FA Cups en los últimos cuatro años y la participación durante dieciocho temporadas consecutivas en la Champions League.
Fuente: The Telegraph